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El fabricante SHAD propone una ruta por Marruecos para todos aquellos para los que es su primera vez

Marruecos es todo aventura y contrastes, un país fascinante para ser recorrido en moto, y por este motivo el fabricante SHAD lanza algunas recomendaciones para que, si aún no te has atrevido a desplazarte allí, lo hagas con total tranquilidad.

Lo primero, se requiere planificación pues es un país muy grande y variado, toca estudiar qué queremos visitar y conducir siempre con calma y atentos, disfrutando del paisaje, pero sin bajar la guardia.

          Cada zona de Marruecos es sorprendentemente distinta a la anterior que hayas visitado, así que no vas a poder ver todo lo que querrías en un único viaje, por lo que la recomendación de Shad es un bucle en sentido antihorario, que cubra un amplio espectro de territorios de casi todo el país, cruzando en ferry desde Algeciras y desembarcando en Ceuta tras un breve trayecto, cuya frontera tiene un carril para agilizar trámites a las motos tras lo cual pasaremos a Fnideq y seguiremos por la costa, parando a comer pescado y marisco en la turística zona entre Cabo Negro y Martil, de calidad y barato.

          De ahí toca virar hacia el árido interior, para una visita obligada y dormir en Chefchaouen, también conocida como Chaouen, una pequeña ciudad donde sus estrechas calles y escaleras, con la mayoría de las paredes encaladas con un tinte azul, enamoran a todos los visitantes.

          La siguiente escala, la zona de Ifrane, conocida como “la Suiza marroquí”, porque pasamos de un terreno rocoso y seco a unas montañas altas, con bosques de inmensos cedros que se transforman en abetos y casas de paisaje alpino, es la parte este del Atlas marroquí, cordillera que divide el país en dos y que marca el carácter del territorio.

          Si seguimos hacia el sur encontramos la provincia de Midelt, un espectáculo donde ver como las altas montañas se transforman en inmensas planicies repletas de pistas no asfaltadas camino de Errachidia.

          Aquí es donde el terreno nos empieza a dejar ver de vez en cuando dromedarios y empezamos a tener contacto con el hospitalario pueblo bereber.

          Y si seguimos hacia el sur, finalmente empezaremos a ver cada vez más arena salpicando los pedregosos caminos hasta empezar a ver dunas en la lejanía, acercándonos a Erg Chebbi, el famoso mar de dunas alrededor del cual encontramos las poblaciones de Rissani, Erfoud o Merzouga.

          Si te gusta la arena y tienes experiencia en off-road, puedes disfrutar de ella con tu moto si está preparada para ello, pero si lo que quieres es emular a los pilotos dakarianos dentro de tus posibilidades y con el menor riesgo posible, lo mejor es alojarse en cualquiera de los buenos hoteles y riads que hay alrededor de Erg Chebbi y contratar una de las excursiones en moto de enduro, quad o buggy que ofrecen.

          Y si algo no puedes dejar de hacer es pasar una noche en el interior de las dunas: hay multitud de campamentos de ‘jaimas’ en los que vivir una noche de aventura, con un nivel de confort excepcional.

          Hay mucho que ver por la zona, como el mercado milenario de Rissani, los yacimientos de fósiles marinos, los sorprendentes pozos de Jorf o Gara Medouar, un lugar conocido como “La Cárcel Portuguesa”, que has visto usar en películas como La Momia o Spectre como escenario natural.

          Tras nuestros días en las dunas partimos hacia el oeste tomando la solitaria ruta hacia N'Kob, para cruzar por el llamado Djebel Saghro, un territorio duro, poco transitado y menos conocido, que merece la pena por sus sinuosas carreteras y pistas montañosas, de inusual paisaje. Y llegamos a Tinghir (o Tinherir), ciudad a los pies del Atlas desde donde nace la ruta hacia unos espectaculares desfiladeros de obligatoria visita, las gargantas de Todrà.

          Hacia el oeste encontramos Boumalne Dadès, ciudad a los pies de los oasis de Tafilalet con sus inmensos palmerales desde la que tomamos camino a otra de las atracciones de los pies del Atlas, la serpenteante carretera de subida a las gargantas de Dadès, el “Stelvio marroquí”.

          En lo alto hay unas impresionantes vistas y un café restaurante donde merece la pena entrar y disfrutar de sus terrazas. Y de bajada de nuevo hacia Boumalne Dadès, para proseguir hacia Ouzarzazate, para llegar a los llamados “Monkey Fingers”, unas formaciones rocosas con forma de dedos de mono.

          Llegamos a Ouarzazate, ciudad bulliciosa, en la que encontramos platós cinematográficos dignos de visitar. Seguimos hasta tomar la carretera que nos hace cruzar por el Ksar de Ait Ben Haddou, nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Una población en el lecho del río Ounila construida con adobe, cuyos orígenes datan del año 757. Sus calles estrechas y sus casas han sido escenario natural de películas como Gladiator, entre muchas otras.

          Proseguimos con rumbo al norte. Dejando atrás Telouet por la ruta que va cambiando de paisaje a medida que se acerca a las montañas, llegamos al puerto del Tichka (o Tizin'n Tichka), con la carretera ascendiendo hasta los 2.260 m de altitud. Es el paso principal de transporte terrestre entre Marrakech y Casablanca y las provincias al sur del monstruoso Atlas. En meses de invierno es frecuente encontrar nieve en esta ruta.

          Y tras unos cuantos kilómetros de ruta “convencional” llegaremos a Marrakech, una ciudad que tiene todo lo que imaginas, pero de la que debemos destacar su enorme zoco, la mezquita de Kutubía y la espectacular plaza de Jemaa el-Fna, donde puedes encontrar desde puestos de comida callejera, encantadores de cobras, artesanos y músicos ambulantes, hasta los más lujosos hoteles y restaurantes.

          Desde Marrakech podríamos optar por ir hacia paraísos turísticos en la costa atlántica como Essaouira, o bien seguir hacia Casablanca, al norte. Pero optamos por seguir cruzando el país en diagonal poniendo rumbo hacia Fez.

          La medina de esta milenaria ciudad cuenta con más de 9.000 calles en su interior, muchas de ellas del ancho de un carro. Cada zona de su interior se dedica a un tipo de comercio o artesanía. A destacar la belleza de las pozas de colores donde se curten y tiñen las pieles, o de las tiendas de especias.

          Pero imposible hacer dicha visita a este laberinto sin un guía local experto en sus calles: todos los cruces pueden parecernos idénticos. Fáciles de contratar en hoteles y oficinas de turismo.

          Y desde Fez, si queremos disfrutar del Marruecos menos turístico, en lugar de la ruta principal, la N13 hasta Tetuán, tomaremos la R501 hasta la R408. Llegaremos con la sensación de ser uno de los primeros en cruzar en moto sus retorcidas y solitarias carreteras. Y de ahí a Fnideq y a cruzar de nuevo la frontera de Ceuta, sin apurar con la hora de embarque, por si los contratiempos.

          Algunos consejos imprescindibles en este tipo de viajes es no ser ambicioso con los kilometrajes diarios. Hay mucho por ver, y lo peor que puedes hacer allí es querer ir deprisa. En las entradas y salidas de los pueblos es frecuente que haya controles de velocidad, y cuando menos te lo esperas, de cualquier lugar surgen niños deambulando o animales sueltos.

          En caso de avería, no dudes en dejarte ayudar por los locales. En la mayoría de los pueblos encuentras talleres donde saben repararlo prácticamente todo, y es habitual que se te ofrezca alguien para remolcarte hasta donde haga falta.

          La gasolina: hay estaciones de servicio por doquier, pero no esperes nunca a llegar a la reserva. En las gasolineras se paga casi siempre en metálico, aceptan tanto dirham como euros, pero no compres la gasolina de garrafa que a menudo ofrecen en el sur a pie de carretera, suele dar problemas en motos delicadas.

          En cuanto a la documentación, si la moto está a tu nombre sólo necesitas la documentación original en papel (permiso de circulación y ficha técnica), ITV en vigor y el certificado internacional de seguro, que certifica que tu seguro tiene validez fuera de la UE y otros países acogidos a convenio. Es obligatorio tener el pasaporte con más de seis meses de vigencia a día de la fecha de entrada, cuando los funcionarios de aduanas nos entregarán un documento de entrada para la moto que se deberá volver a mostrar a la salida y que es imprescindible no perder.

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