“En KTM dicen que quieren pelear por el Mundial en un par de años…”. Pol Espargaró sonríe, en parte porque no esconde lo difícil que le parece cumplir con ese deseo que el peculiar Stefan Pierer, propietario de la marca austríaca y con fama de fanfarrón, no se cansa de repetir. KTM pone sobre la mesa sus triunfos en off road, o en el mismo Campeonato del Mundo, en 125cc, 250cc, Moto3 y, desde este año, Moto2.
Aunque MotoGP es otro mundo. “Va a ser muy complicado”, reconoce el piloto de Granollers. “Es la máxima categoría tecnológica de las motos, con marcas súper fuertes y con muchísima experiencia acumulada. Recorrer ese camino tan rápido es de locos. Ya hemos visto a los últimos que han llegado. Aprilia vino con una moto de SBK que fue modificando, Suzuki tenía la experiencia de haber estado hacía poco en MotoGP, pero KTM ha empezado a pintar la moto en una hoja en blanco. Y tengo que decir que es muy impresionante subir por primera vez a una moto tan virgen y notar que hay potencial, que estás lejos pero que no estás perdido”.
En ese sentido, la casa de Mattighofen se ha subido al carro de la clase reina sin querer renunciar a su característico chasis tubular y siendo la única que no compite con suspensiones Öhlins –equipan WP, marca de su propiedad-. “Bueno, a lo mejor en el futuro cambio de opinión, pero son dos puntos que no nos han dado demasiados problemas. Sí que el chasis es peculiar, pero tiene sus cosas buenas, se puede modificar con mucha facilidad. De partida lo que más problemas ha ido generando han sido el motor, que tiene una potencia brutal que no podemos aprovechar, y la electrónica, aunque los dos van relacionados. Si a las otras fábricas ya les costó a principios de 2016 enterarse de la nueva electrónica, imagina a nosotros, que ni siquiera tenemos la experiencia previa…”.
Espargaró tenía varias opciones sobre la mesa después de tres años con contrato de fábrica con Yamaha aunque enrolado en la escudería francesa Tech3. “Sí que me generó algo de frustración el final de esa etapa, nunca lo he escondido”, reconoce. “El equipo me dio todo lo que tenía en sus manos, aunque cuando entras en una fábrica ves la diferencia de recursos. Lo que antes tenía que hacer con mi técnico y un telemétrico ahora lo hago con un montón de ingenieros. Me acuerdo que la primera vez que me senté con el equipo hice lo que estaba acostumbrado, hacer peticiones simples: ‘quiero más potencia aquí’. El ingeniero me miró y me dijo: ‘¿dónde es aquí?’. Cuando me enseñó los parámetros de su ordenador me quedé helado… ¡No sabía que hubiese tantas posibilidades!”.
El arranque con KTM coincidió con el inicio espectacular de los pilotos de su antiguo equipo, Johann Zarco y Jonas Folger, lo que lleva a una pregunta obvia: ¿te arrepientes de la decisión? “Para nada. Me alegro de que les vaya bien, lo prometo. Pero llegué a un límite. Cuando terminé sexto en mi primer año en Yamaha y como mejor privado pensé que estaba ante mi oportunidad. Pero el segundo año no salió igual. Obviamente, Yamaha tenía la prioridad en los pilotos de fábrica, y es normal, así que nosotros teníamos poca atención. Es verdad que esta M1 es muy buena moto, además de que Bradley y yo vivimos una situación peculiar: cuando los demás pilotos tenían cinco motores para la temporada, nosotros dispusimos de tres; cuando pasaron a siete a nosotros nos dieron cinco, con la potencia capada, y eso lo notábamos mucho, sobre todo en aceleración. Era lo que había e intenté hacerlo lo mejor que pude. Pero a partir de un punto necesitaba un nuevo reto”.
Además de la opción de continuar con Yamaha en el Tech3, Espargaró contó con una oferta de Ducati –Avintia-, pero se decantó rápido por KTM. “Tengo 25 años, creo que aún soy joven”, analiza. “En mi carrera me he peleado de tú a tú con pilotos como Marc o Iannone, que ahora están delante en MotoGP, así que tengo que creer en que puedo llegar a estar arriba. Y la única manera es estar dentro de una fábrica. Necesitaba una experiencia así”. Aunque esto le ha supuesto desaparecer de la ‘primera pantalla’ de tiempos y tener que acostumbrarse a zonas de la clasificación en las que nunca antes se había movido desde su debut en 2014 en la categoría reina. “Es difícil, claro. Llegas al box, miras la tele y te ves ahí abajo y muy lejos. Pero aprendes a madurar, a trabajar de otra manera, a saber centrarte mejor en los problemas de la moto, a aceptar que muchas veces hay que salir a pista no a marcar un buen tiempo si no a probar esto o aquello. Aunque me lo planteo como una inversión, un esfuerzo que hago confiando en algo mejor que va a llegar. Y confiar viendo el empeño, las ganas, la cantidad de horas y de recursos que ponen en el equipo es relativamente fácil”.
En este reto con KTM, el campeón de Moto2 de 2013 vuelve a tener a su lado al británico Bradley Smith, con el que además de los tres años en Tech3 ha compartido uno de sus dos triunfos en las ‘8 horas de Suzuka’. “Nos conocemos bien, somos muy distintos en todos los sentidos, pero nos comunicamos bien. Lo curioso es que llevamos líneas diferentes de trabajo. Puede parecer raro, pero nos sirve, porque a veces yo elijo un camino y el suyo es mejor, y podemos compartir y comparar esa información. Y al revés. Y a los ingenieros les viene muy bien. Es obvio que luego hay una competencia. Eso que se dice de que tu primer rival es tu compañero de box es verdad, y más en una situación como esta, en las que en muchas ocasiones hemos estado tan lejos del resto que sólo nos ha quedado pelearnos entre nosotros”.
El reto de Espargaró le lleva, también, a enfrentarse a una moto muy diferente en su filosofía a la M1. “Son como la noche y el día”, explica. “La KTM es más salvaje, más física. Con la Yamaha, si la sacas del sitio, no sale el tiempo. Con esta me peleo más. Aunque a mí eso me encanta. Soy más lento pero me lo paso mejor”. Y es que en sus años en el Tech3 vivió peleándose con la necesidad de ser un piloto más fino e ir en contra de sus instintos. “Era curioso, pero cuando me ponía detrás de Lorenzo e intentaba seguir sus líneas, era un desastre. Sin embargo, si me encontraba con Márquez iba mucho más rápido. Pero ese estilo podía valer para una vuelta, no para una carrera completa. Ahora puedo ser más bestia. También esto te exige más físicamente. He cambiado mucho mi preparación y eso hace que no sufra, pero es que con la M1 casi ni sudaba…”.
El inicio del proyecto KTM lo afronta con ilusión, según confiesa, con muchas ganas. Aunque, ¿hasta dónde llegará la paciencia? “Sinceramente, no lo sé. Prefiero pensar que vamos a llegar, porque eso me permite ponerle muchas ganas. Tenía que probar esta experiencia y quiero disfrutarla. Obviamente, me encantaría que funcionase y poder estar delante con esta moto. Sería lo más, cogerla desde cero y llevarla hasta arriba. ¿Si no llega el momento? Ya se verá. Insisto en lo que te he dicho antes: sólo tengo 25 años y creo que puedo permitirme hacer esta apuesta”.